domingo, 13 de diciembre de 2009

El Cochecito Millonario

En vísperas de la navidad un cochecito para bebe reposa en la acera de la calle 82da de Jackson Heights, la misma calle que lleva por nombre el de nuestro país y que por tradición ha sido el boulevard de nuestros compatriotas, a un par de metros de la entrada de la estación del tren y en frente del restaurante mas popular y mas populoso del sector. Sin bebe alguno en sus entrañas y sin un dueño aparente, aquel coche simula estar descuidado o tal vez abandonado por el dueño. La mayoría de los transeúntes pasan inadvertidos, otros solo eluden su responsabilidad al seguir de largo, y algunos pocos siendo mas solidarios se detienen preocupados por el gélido bebe. ¿Pero quien podría dejar un infante abandonado en mitad de esta calle? Con esta noche tan fría y ventosa.

“Toparías” Ningún bebe adentro. En su lugar, una fina cartera de mano pavonea un suculento abanico de billetes de dólar. Déjenme calcular… Cinco billetes de $20 dólares son ondeados por la brisa. Pero ¿A que mujer se le ocurre dejar una cartera ahí, con un abanico de billetes? Entonces, la mente empieza a administrar dicho monto: Para pagar la cuota de la tarjeta de crédito, o el regalo de navidad del hijo, o el giro para la cena de mama. Tantas opciones para emplear esos sensuales $100 dólares, que a pesar de la circunstancias y de la necesidad, no os pertenecen.

Tres hombres y una mujer, que se detienen frente al coche, se percatan del dinero. Ellos comentan lo insólito del hallazgo y discuten si tomarlo o no. Ella, quien luce más cautelosa, contiene las intenciones de uno de los jóvenes, quien quiere asegurarse de que el coche esta realmente abandonado. Mientras tanto, haciendo parte de este paisaje urbano hay dos patrullas de policía estacionadas en ambas vías, algunos oficiales aperchados en estas cuatro esquinas, y un par de hombres caucásicos vestidos con abrigos, pasamontañas y lentes oscuros, esperando ser arreados. Una carnada para ingenuos demasiado obvia, que tienta la honestidad del cándido peatón de esta vía para así atraparlo in fraganti; quien sabe con que fin.

Ya es la segunda vez que paso frente al triste coche abandonado, la fina cartera de mano y el morboso abanico de billetes. Parece ser esta una práctica periódica frente al restaurante de McDonald’s de la calle 82da y avenida Roosevelt. Como es periódico también, el evidente operativo y sus actores. Esta vez, yo me detengo frente a la trampa y con prudencia le revelo a un amigo dicho complot, quien al ver mas allá de sus narices, cae pasmado por la indignación. El saca su teléfono celular futurista con la única intención de “Tomarles una foto a las palomas noctámbulas de la Calle Colombia” Su pulso enredado entre las trescientas mil utilidades del teléfono y sus nervios alterados al debutar como reportero hacen difícil la maniobra. “Las luces de los carros no me dejan tomar una buena foto” Exclama, mientras oprime el botón y hace lo mejor que puede. Mientras tanto, yo hago la parodia de contestar una fortuita llamada telefónica, para hacer de ese sospechoso malabar de teléfonos celulares una muy eventual y muy regular acción. El contoneo del derrière de una hermosa señorita fue la coartada perfecta para salir de ahí ilesos, con las fotos y con la historia. “Creo que las fotos no van a servir” Se lamenta mi colega, mientras desvía la mirada de la pantalla del teléfono hacia el femenil objetivo.



De pie frente al lugar donde hacen los pandebonos que saben a los de Cali, con los huesos calados por el frío y con el corazón estreñido, discutíamos sobre el objetivo del cochecito millonario. ¿Qué tipo de operativo es este? ¿Por qué en medio de la calle Colombia y frente a un restaurante popular? ¿Por qué en vísperas decembrinas? ¿Por qué donde mas del 80% de los caminantes son colombianos, mexicanos y ecuatorianos? Yo pienso que esta es una trampa diseñada para un latino, que por ingenuo, termina siendo procesado como un vulgar ladronzuelo de poca monta, y que sin poder negar las evidencias y sortear el libreto del fiscal terminaría siendo deportado a un país donde aprendió que a “papaya puesta papaya partida” o “lo que uno se encuentra tirado en la calle, no tiene dueño” Para finalizar, no tengo mas que preguntarles: ¿Qué concluyen ustedes?

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